viernes, 26 de febrero de 2016

Declaración de intenciones

Es posible que en muchas ocasiones te hayas sentido incompleto, que notes que te falta algo, un vacío en el pecho, un pensamiento inconexo... sin saber muy bien de qué se trata.

Tengo que confesar que temo ser yo la culpable.

De los veintiún gramos de tu alma hay al menos cinco que me pertenecen, puede que más, puede que menos, pero una parte la llevo yo siempre conmigo. No importa lo que esté haciendo. Te llevo en mi cabeza, en mi pecho, debajo de mi piel, y me abrasas por dentro.
Eres como un murmullo molesto que no cesa nunca y que no quiero que pare.

Y prometo que no es algo intencionado porque a veces creo haberlo despistado, haberme librado de tu presencia. Pero regresa, y con mucha más fuerza que antes.
Formas parte de mí y lo siento tan natural como el respirar. Ya no hay nada que pueda hacer, ni quiera, para evitarlo.

Lo llaman "amor", o eso creo, yo no se lo que es, seguramente nadie lo sepa.
Entonces para qué ponerle nombres.

Esther

lunes, 29 de junio de 2015

La reina de corazones

Era una calurosa noche de verano, la playa parecía el único lugar en el que se podía estar. Las terrazas del paseo estaban abarrotadas de gente, en la arena muchas parejas se acariciaban tumbados sobre las toallas y observando el cielo estrellado. En resumen, una noche cualquiera.
Pero en mitad de aquel paisaje y sin que el mundo pareciese advertir su presencia, ni ella la presencia del mundo, había una chica que parecía bastante alterada. Ni siquiera la brisa marina a esas horas podía secar su sudor, llevaba horas y horas buscando por la arena, sin descanso. Estaba exhausta y empezó a marearse. Cayó rendida en la arena y cubriéndose el rostro con las dos manos empezó a sollozar.

Él llevaba tiempo observándola, estaba reunido con unos amigos, tomando algo en una terraza del paseo marítimo, y desde allí no podía parar de preguntarse qué haría una chica tan guapa como ella, sola a esas horas. Además parecía realmente inquieta, no paraba de dar vueltas de un lado para otro. Cuando la vio caer no dudó en acercarse para ver qué le pasaba.

-Hola... .

Ella pareció no haberle oído.

-Esto... ¡hola! ¿te encuentras bien?.

La chica se sobresaltó un poco al darse cuenta de que se dirigía a ella. Se secó las lágrimas rápidamente y se incorporó ligeramente, quedando sentada en la arena.

-Sí, estoy bien. Gracias.
-Es que... perdona la intrusión, pero no lo parecías.

Se sentó a su lado, aunque guardando las distancias para no hacerla sentir incómoda.

-Llevo un rato observándote y parece que estás buscando algo. ¿Has perdido alguna cosa?.
-Sí -se puso realmente seria-, así es.
-¿Cómo te llamas?
-Álex.
-¿Álex? es un nombre raro para una chica.
-Eso díselo a mis padres...-rieron juntos.
-Bueno Álex, yo me llamo Pedro. Sería un placer ayudarte en tu búsqueda.

Dijo esto mientras se levantaba, y le tendió la mano para ayudarle a incorporarse a ella también.

-Te lo agradezco muchísimo, de verdad, pero no es necesario. No quiero causarte molestias.
-¿Bromeas?. Mira -se giró y señaló a la terraza donde estaba sentado antes-, aquellos son mis amigos y ni parecen haberse percatado de que me he marchado. Puedes estar tranquila, además si puedo, me encantaría ayudarte a encontrarlo.

Ella se quedó en silencio.

-Así que dime, ¿de qué se trata?, ¿las llaves?, ¿algún pendiente?, ¿algo de valor?
-No...  se trata de algo un poco más complejo.
-Dime.
-Me da un poco de vergüenza... .
-No seas tímida, te prometo que no saldrá de aquí.
-Está bien -dijo suspirando-. Estoy buscando... mi corazón.
-¿Qué?
-Mi corazón -repitió, un poco más alto.

Esta vez el que permaneció en silencio fue él.
Su primera reacción fue pensar que le estaba tomando el pelo, pero al ver la expresión de angustia de su rostro, y recordar cómo había estado buscando de desesperada, corriendo de un lado a otro de la playa, supo que hablaba en serio. Aún así no se atrevía a pronunciar una palabra, en parte por miedo a meter la pata, en parte porque no sabía qué decir.

-Se que puede parecer una locura, pero te juro que es cierto. Lo he perdido... y noto que se me acaba el tiempo.
-¿Te vas a morir?.
-¿Se puede vivir sin corazón?. La verdad es que no lo se. Lo único que noto es que cada vez siento menos...como si una llama que no sabía ni que existía, se estuviera apagando dentro de mí.

Pedro no entendía nada, pero sabía que tenía que ayudarla.

-¿Y por qué lo buscas aquí?. ¿Crees que fue aquí donde lo perdiste?.
-Sí, estoy casi segura.
-¿Por qué?
-Bueno aquí fue la última vez que realmente sentí algo -intentó ordenar sus pensamientos antes de continuar-. Verás, hace un par de noches, mi novio... bueno ahora mi ex-novio, cortó conmigo. Fue aquí, en este trozo de playa. Cuando estuve lista para marcharme, tuve esa sensación, ¿sabes?. Como cuando notas que algo se te cae. Me giré y desande unos cuantos pasos... pero no vi nada extraño. Así que me marché, tenia otras cosas en las que pensar.
-¿Y después?
-Desde entonces noto que me estoy apagando. Tuvo que ser aquí, estoy segura.

Ahora parecía realmente convencida de lo que estaba diciendo.

-Está bien, te creo. Vamos a buscarlo juntos, peinaremos la zona.

Pasaron toda la noche buscando sin ningún éxito. Empezaba a amanecer y las máquinas de los servicios de limpieza ya habían empezado a hacer su trabajo. Encontrarlo a estar alturas ya se había convertido en una misión imposible.
Álex volvió a caer rendida sobre la arena. Se sentó mirando al horizonte, observando el sol cada vez más alto. Pedro se sentó a su lado.

-¿Cómo te sientes?
-¿Perdona?, no te entiendo.
-¿Estás bien?
-... no lo se. No siento nada.

Pedro podía notar la diferencia con solo mirarla, en unas horas había pasado de tener una cara de preocupación, y de estar llorando. A tener una extraña expresión en el rostro que realmente no reflejaba nada. Como si estuviese vacía por dentro.
Le entraron escalofríos, no podía soportar más la situación.

-Lo siento pero... es tarde, o pronto. No se, el caso es que... tengo que irme.

Silencio.

-¿Me has oído?.
-Se puede vivir sin corazón.

Esta vez no era una pregunta.

-¿Qué estás diciendo?, ¿ya estás mejor?.
-No se a qué te refieres, no se si es mejor, peor, bien, o mal. Solo se que ahora todo está en silencio.

Así permanecieron ellos durante unos instantes, hasta que Alex prosiguió.

-Ahora me doy cuenta de la cantidad de personas que he conocido en mi misma situación, hay mucha gente sin corazón en el mundo. No se si lo habrán perdido, se lo habrán robado, o si lo habrán vendido a cambio de una posición, o bienes materiales. Pero ahora entiendo muchas cosas, y definitivamente puedo afirmar que prefiero estar así. Ahora todo está en silencio.

Pedro no entendía nada, pero no quería seguir escuchando. Se levantó y se alejó lo más rápidamente posible.
Cuando ya casi estaba en el paseo marítimo le pareció que se le caía algo, se giró y no vio nada. Se llevó las manos a los bolsillos, palpó las llaves, el movil, la cartera... estaba todo.

¿Estaba todo?.

Levantó lentamente la mano derecha, temblando, casi no se atrevía a hacerlo pero tenía que comprobar... se la puso en el pecho, justo donde debía estar su corazón y... nada. Solo el más absoluto de los silencios.

Volvió corriendo a la playa, buscándola  a ella. Necesitaba ayuda, necesitaba... pero allí no había nadie.
Le pareció divisarla a lo lejos, un detalle llamó su atención. Llevaba algo colgando de su cuello, una cadena de plata con un corazón. ¿Lo había tenido todo el tiempo?, estaba seguro de que no.
Quiso correr hacia ella, quiso gritar, quiso hacer algo. Pero no hizo nada.
Ahora todo está en silencio.


Esther

jueves, 1 de noviembre de 2012

This is Halloween

Muy buenas tardes. Mi nombre es Medea y estoy aquí para contar mi historia, o mejor dicho, la historia de mi familia.
Vivíamos en una granja cerca del río, disponíamos de un terreno muy extenso totalmente vallado. La casa no era demasiado grande, de una sola planta, y en ella habitábamos mis padres, mi hermana Circe y yo.
Hasta aquí podemos parecer una típica familia de ámbito rural, totalmente normales y corrientes... salvo por el hecho de que estamos todos muertos.

Hace mucho, mucho tiempo llegó a la ciudad una bruja llamada Jadis. Aunque me gusta pensar que en el fondo tenía buen corazón, como todas las brujas se mostraba egoísta, y utilizaba sus poderes para servirse a su antojo del resto de personas que se cruzaban en su camino.
Por desgracia para Jadis, y para el resto de nosotros, hay personas que sin poseer ningún don especial, pueden llegar a hacer mucho más daño que cualquier bruja del mundo. Este fue el caso de Albert, un hombre rudo y sin escrúpulos que conquistó el corazón de Jadis solo para hacerse con su poder.
Gracias a su mujer, y al temor que inspiraba el solo concepto de las brujas sobre toda la ciudad, Albert consiguió someter a todo el mundo bajo sus pies. Y cuando creyó que Jadis ya no le haría falta, la mandó encerrar de por vida en una celda, rompiéndole así el corazón.
La pobre bruja no podía entender cómo su amado la había estado utilizando de aquella forma. Allí encerrada pensó que más le valía estar muerta. A medida que pasaban los días pensaba más y más en la muerte.

¿Qué cómo se todo esto?. Pues verán, nosotros éramos una de tantas familias que en ese momento estábamos al servicio del malvado Albert. Mi hermana Circe, de tan sólo ocho años, era la encargada de llevar cada día, un trozo de pan y una jarra de agua a Jadis. Albert conocía el buen fondo de su mujer y pensó que si se lo encargaba a una niña, la bruja no intentaría nada contra ella, renunciando así a la posibilidad de escaparse.
De esta manera Circe se convirtió en el único contacto con la humanidad que conservaba Jadis. Con el paso de los días fueron entablando una pequeña amistad, aunque pueda parecer raro, no lo es tanto si tenemos en cuenta que les unía algo muy poderoso. El odio hacia Albert.

Un día, Jadis le confesó a mi hermana que estaba lista para morir, pidió que le bajara a la celda una gran olla donde poder hacer su último conjuro, y todos los ingredientes necesarios para elaborar el veneno que pondría fin a su existencia.
Circe le confesó que le apenaba despedirse de ella, pero aún así decidió colaborar con la bruja ya que, como le dijo en ese mismo momento: "es mucho mejor estar muerto que vivo, en estos tiempos que corren". Algo se iluminó entonces en el interior de la cabeza de Jadis, en ese momento se dio cuenta del verdadero daño que estaba haciendo Albert a todo el mundo, y eso era en gran parte, debido a los privilegios que ella le había otorgado. ¿De qué servía morir ahora?, ¿o pretender vengarse matándolo a él?. No, morir sería demasiado fácil, sería concederle un gran descanso. Y decidió hacer todo lo contrario.
Le indicó a la pequeña Circe unos cambios en la receta, alegando que quería asegurarse de que el veneno fuera lo suficientemente potente. No podía confesarle lo que estaba tramando, todavía no, debía asegurarse de que todo saliera bien.

La noche siguiente mi hermanita encontró la manera de colarse en la celda, llevando consigo todo lo que le había sido encargado el día anterior. Preguntó si podía quedarse a ver el conjuro, curiosa como cualquier chiquilla de su edad. Pero Jadis le indicó que era mejor que se marchara, por su seguridad.
Recuerdo perfectamente cómo llegó esa noche Circe a casa, estaba sudando, sus ojos estaban tristes pero en su boca se dibujaba una extraña sonrisa, quizás por los nervios. Se deslizó hasta su cama como pudo, y permaneció tumbada lo más quieta posible, pero no era muy difícil adivinar que no podría pegar ojo. Creo que sabía que había hecho algo malo.
De pronto unos rayos verdes y amarillos empezaron a colarse por la ventana. Al principio eran solo una pequeña luz, después se convirtieron en algo realmente intenso, cegador. Toda mi familia y yo salimos de casa para ver qué estaba ocurriendo, nos acercamos hasta las vallas de la granja y entonces pudimos verlo.

Se trataba de espíritus, auténticos muertos que habían vuelto a la vida y campaban a sus anchas sembrando el caos por toda la ciudad. No me refiero a lo que vosotros entendéis como fantasmas, ni zombis, ni nada parecido. Se trata de espíritus, pueden adoptar formas de todo tipo, algunos solo son una pila de huesos tambaleándose, otros tienen forma de cuervo, otros pueden ser solo una pequeña llama... pero todos igual de peligrosos. Si te atraviesan, solo con que pasen por tu lado, sentirás un aire gélido calando todos tus huesos... hasta convertirte en uno de ellos.
No hace falta decir que en ese momento nosotros no sabíamos nada de eso, tan solo estábamos aterrados por el espectáculo que se presentaba delante de nuestros ojos. Uno de los espíritus, uno con forma de pájaro enorme, lleno de plumas negras pero con el cráneo de calavera. Se acercó a la valla, venía directo hacia nosotros, quería atacarnos. Nuestros padres nos abrazaron, tratando de protegernos y esperando el momento del impacto, pero el pájaro chocó contra una especie de muro invisible y dio media vuelta.
No podíamos entender nada.

Justo en ese momento aterrizó a unos metros de nosotros Jadis, que había venido volando con su escoba.
Nos explicó que había decidido realizar este conjuro para castigar a Albert, para que sufriera en vida, y destruir de paso todo el imperio que había construido a costa de aprovecharse de su amor. Se disculpó por el revuelo que había montado y nos dijo que no duraría mucho tiempo, ya que en unas horas amanecería y en ese momento los muertos desaparecerían... hasta las doce de la noche siguiente. Nos explicó también, y volvió a disculparse por ello, que nosotros también estábamos muertos, pero que a diferencia del resto nos había hechizado para que pudiéramos vagar bajo la luz del sol, conservar nuestras formas de humanos, y además, había protegido nuestra parcela con un campo invisible para que no pudieran molestarnos.
También tendríamos la libertad de poder abandonar la ciudad si quisiéramos, cosa que el resto de muertos no podían hacer.
Todo esto se debía a la gratitud que sentía por la pequeña Circe, que se encontraba llorando de alegría al saber que Jadis seguía con vida. El resto no dábamos crédito a lo que estaba ocurriendo.
Nos confió también una rosa, nos dijo que era lo que sostenía el hechizo en pie y que debíamos cuidarla y protegerla. Cuando ella muriese la rosa se marchitaría y entonces nadie sabía muy bien lo que podía pasar.

Así hemos pasado los últimos doscientos años de nuestra existencia, tratando de hacer una vida normal en la granja, ajenos a lo que pasaba en el exterior pero sin dejar de documentarnos para entender mejor el hechizo. Nunca intentamos marcharnos, creo que lo hicimos por Circe, porque se sentía responsable de lo sucedido y quería asegurarse de que no se extendía a otros pueblos o ciudades.
Pero ahora la rosa se está secando, esto se debe a que la vida de Jadis ha llegado a su fin. Con ello, el escudo que nos protegía se ha ido haciendo cada vez más débil y nos hemos visto forzados a abandonar nuestro hogar. Además los muertos han ido dispersándose, avanzando al quedar libres de las barreras que hacían imposible su huida de la ciudad. Eso solo puede significar que contagiarán a más gente, e irán creciendo en número.

En resumen, he venido hasta aquí para advertirles.
Hemos llegado a la conclusión de que esta noche, 31 de Octubre, los espíritus llegarán a su ciudad.
Es por eso que, es de suma importancia que se queden en sus casas, que no salgan, ni hoy ni nunca, a partir de la medianoche.
Porque si lo hacen... bueno, quien sabe qué terroríficas criaturas podrían encontrarse.
Quedan avisados.


Esther

jueves, 20 de septiembre de 2012

Momentos


Como siempre voy escuchando viejas canciones, algunas de ellas demasiado gastadas de tanto oírlas. De vez en cuando no puedo evitar presionar el botón y cambiar de tema.
Mientras tanto voy pensando en mis cosas... qué haré cuando llegue a casa, planes para el día siguiente, o incluso para los próximos meses.

De repente un parpadeo naranja llama mi atención. Destaca por encima de todas las luces de la ciudad, del resto de vehículos y de los semáforos. Mis ojos van directos al retrovisor, una ambulancia trata de abrirse paso entre el abundante tráfico.

En ese momento,  y durante unos segundos más tarde, es como si todo quedase en silencio. Los conductores nos sincronizamos y abrimos un pasillo para que pueda seguir su camino. Una parte de mi piensa que es como dejar paso a la muerte, o a la tragedia, que una vez más le ha tocado a otro.

Después supongo que todos agarramos un poco más fuerte el volante, que ponemos los cinco sentidos en la carretera, que…

Vuelvo a pasar de canción.

Esther

sábado, 4 de febrero de 2012

Sueños

No poder dormir puede volverte loco, la ausencia de sueño es un gran problema.
El exceso también.

Jimmy era un niño al que le encantaba dormir, y no es que fuera un perezoso, al menos no del todo. Lo que pasa es que se sentía fascinado por el mundo de los sueños, tan distinto al nuestro.

Cada noche, o incluso a la hora de la siesta, cerraba los ojos y abría una puerta hacia un nuevo espacio: primero fue un gran parque de atracciones, luego la fábrica de gominolas, tiempo más tarde los piratas..., y un larguísimo etcétera.
No solamente disfrutaba soñando, sino que había llegado a un punto en el que Jimmy sentía que tan solo era feliz cuando se sumergía en lo que él veía como un mundo paralelo al nuestro. Poco a poco fue sintiéndose más, y más atraído por él, hasta que tuvo que tomar la gran decisión de su vida.

Con ocho años decidió que dormiría para siempre. ¿Por qué debía despertar?, ¿acaso no era más feliz soñando?, entonces ¿por qué tenía que abrir los ojos y hacer pedacitos algo tan maravilloso?. ¡Y siempre en el mejor momento!, no era nada justo.
Así fue como la noche del 3 de febrero de 2012, Jimmy se fue a la cama con la intención de no volver a despertarse nunca más. Para ello se puso su mejor pijama, se despidió como nunca de su mamá, puso una silla detrás de su puerta asegurándose de que nadie interrumpiría su sueño, y se quedó dormido.

Al principio todo iba bien, cuando notaba que un sueño iba llegando a su fin, se esforzaba por crear otra historia, otro escenario, y así seguir disfrutando. De esa manera vivió cientos, ¡miles de aventuras!. Además poseía todo aquello que deseaba, cualquier capricho propio de los niños de su edad era suyo al instante. No existían los horarios, ni relojes, era libre.
Dentro de su mundo tenía muchos amigos imaginarios que le acompañaban en sus aventuras, y con los que era difícil aburrirse. Pero aún así, Jimmy no podía evitar echar de menos a su familia, y acordarse de ellos de vez en cuando. Se preguntaba qué estarían haciendo.
Era difícil saber con exactitud cuánto tiempo llevaba durmiendo, ya que eso es algo muy relativo cuando se trata de los sueños, pero estaba seguro de que era mucho, muchísimo. ¿Demasiado?

La idea empezó a atormentarlo, un día, mientras paseaba por las nubes, se encontró con una anciana que le resultaba muy familiar. Se acercó a él y le pidió por favor que volviera. Jimmy no entendía nada, ¿quién era esa mujer?.
"Soy tu madre, ni te imaginas el tiempo que llevas dormido, los años que han pasado, lo que te has perdido... el aspecto que tienes ahora. Pero mírate, aquí sigues siendo un niño..., escúchame cariño, tienes que volver."
Jimmy apenas podía creer lo que estaba oyendo, era imposible.
"¡No te creo!. En mis sueños solo mando yo, así que ¡vete!"
Y la mujer desapareció.

Pasó mucho tiempo más pero Jimmy era incapaz de olvidar las palabras de su madre. Eso hizo que poco a poco sus sueños fueran cada vez más estáticos, aburridos. Incluso empezó a tener pesadillas.
Su principal temor era un reloj de bolsillo gigante, que iba persiguiéndoles a él y sus amigos. Poco a poco fue engullendo a todos, hasta que se quedó solo.
No podía parar de pensar en la posibilidad de que se hubiera hecho mayor mientras dormía, y el reloj avanzaba "tic-tac", ¿cuánto le quedaría de vida?, volvía a avanzar "tic-tac", ¿era posible que ya estuviera muerto?, "tic-tac".
Se acabó, tenía que despertar, pero había olvidado cómo hacerlo. El reloj seguía avanzando hacia él, que ya se había dado por vencido. Se sentó en el suelo, y mientras esperaba su momento no podía parar de llorar.

Así fue como abrió los ojos, empapados en lágrimas. Se miró rápidamente las manos, todo parecía normal.
Buscó con la mirada el despertador digital de su cuarto, eran las 11 de la mañana del 4 de febrero de 2012...


"Y los sueños,
sueños son."
Esther

viernes, 18 de noviembre de 2011

Ying y yang

Mi cama tiene un lado que siempre está frío,
de pena, de llantos, de miedo y espanto,
de monstruos, de trampas y algunos fantasmas,
de dolor, de soledad, de sufrimiento contenido,
de incertidumbre... y de luchar contra el destino.

Mi cama tiene un lado que siempre está caliente,
de amor, de cariño, de noches ardientes,
de abrazos, de futuro, y también de presente.
De soñar con la locura y despertar queriendo más,
de besos, de recuerdos, y algo de amistad...


Y ahora dime, ¿en qué lado quieres estar?

Esther

lunes, 14 de noviembre de 2011

La princesa

Janet llevaba viviendo en el mismo barrio desde que era pequeña y aun así, cuando salía a la calle no se encontraba con rostros familiares, sino todo lo contrario. Todo el mundo le parecía extraño, hostil, algo con lo que más valía tener cuidado.
Hacía tiempo que no sabía nada de su familia pero no le importaba. Bueno, en realidad sí le importaba, pero no podía hacer nada al respecto, así que más le valía no pensar demasiado en ello. Al menos tenía bien claro quien era el culpable.
Sí, el interior de Janet estaba lleno de odio, tal era su desprecio que, aunque ella no se diera cuenta, eso le afectaba en cada día de su solitaria vida. Esa es la razón por la cual, a pesar de ser una mujer muy atractiva, nunca había estado con ningún hombre. Era algo que simplemente no le interesaba.
Su infancia en cambio fue todo lo contrario, era la pequeña princesa de la casa, hija única de un matrimonio joven y adinerado que no dudó nunca en darle todo lo que necesitara... y lo que no también. No hubo un pequeño capricho que no pudiera conseguir. Eso y todo el cariño de sus padres, en especial de su madre, de la que no se separaba nunca, hacía que se sintiera la niña más feliz del universo.
Hasta que llegó él, dispuesto a trastocar todo su mundo, dispuesto a robarle todo lo que tenía.
La pequeña Janet solo hizo lo que TENÍA que hacer, y jamás se sintió arrepentida por ello.

La mañana del sábado podía haber sido como otra cualquiera, haría unos cuantos recados y compras para la semana, y pasaría la tarde y noche leyendo un libro, o disfrutando de alguna antigua película en blanco y negro. Empezó recogiendo un paquete en correos, era de unas compras que había hecho por internet, no es que nadie fuera a acordarse de ella.
Y entonces sucedió, allí estaba él, justo detrás del mostrador, trabajando. No podía creerlo, casi se queda sin respiración al verle. Era como ver a un muerto viviente, un antiguo fantasma del pasado que volvía para atormentarla. No era posible, había acabado con él, debía tratarse de otra persona, tan solo un pequeño parecido... . Puede ocurrir.
¿Pero con tal exactitud?... y era un poco más joven que ella, todo encajaba. Pasaron tan solo unos segundos desde que entró a la oficina, hasta el momento en el que fue atendida, pero a ella le pareció eterno.
Estaba aterrorizada y la vez sentía una fuerte atracción por esa persona.
Un cruce de miradas, un roce de manos... ¿Brian?, ¿así es como se llama?, quedemos esta noche, me gustaría conocerte.
Ya no hay marcha atrás.

Casi sin darse cuenta, tras horas de reflexión y de intentar calmarse, se hacen las ocho de la tarde y allí está él, plantado en su puerta como un caballero.
El principio de la noche es catastrófico, casi no saben de que hablar así que se entretiene odiando. Como hizo siempre, es gracioso como la historia se repite una y otra vez, acaba de conocerle y ya le odia, ¿o acaso ya le odiaba?, le resulta tan familiar...
Brian se retira al servicio, no pasa nada ya no está nerviosa. Ha tomado una decisión, lo tiene claro, pero algo extraño ocurre cuando vuelve.
El resto de la cena es todo lo contrario, están mucho más animados, se divierten juntos, incluso llega a reírse con alguno de sus comentarios. Maldita sea, es cálido, es una sensación tan bonita poder estar así con alguien. Así es como habría sido realmente, no podía ni imaginárselo. Ya era tarde.

Al final de la noche le invita a subir a su apartamento, no está dispuesta a dejarlo escapar. Como excusa no hace falta mucho, algo tan típico como tomar una última copa, el pobre infeliz no sabe lo que le espera.
Se ofrece voluntario para servir la siguiente ronda, perfecto, aprovecha ese momento para sacar el viejo revólver de su padre de uno de los armarios. El arma parecía sediento de sangre después de tanto tiempo olvidado. Sus deseos se harían realidad.
Con el primer beso encuentra el momento perfecto, coloca el cañón en el costado de Brian. Algo en su mente le pide que no lo haga, en realidad le gusta, se lo ha pasado bien, con él ha podido sentirse "como en casa" después de tanto tiempo... pero no puede permitir que nada la frene.
El sonido del disparo calla todos sus pensamientos de golpe, en el silencio que le precede una única imagen viene a su mente, las manos de una niña alrededor del cuello de un bebé.
Podían haber sido felices, podía haber querido a su hermano... pero la pequeña Janet solo se quería a si misma.

"Make love,
not war."
Esther